Viajar en bicicleta por la Patagonia siempre es una experiencia única, pero hacerlo en otoño tiene algo especial. En esta época, los colores del bosque se transforman en una paleta vibrante de rojos, naranjas y dorados que convierten cada pedaleo en un espectáculo natural.
El clima es fresco, ideal para rodar, y los caminos se sienten más tranquilos, lejos del bullicio del verano.
La zona de San Martín de los Andes es un punto estratégico para los viajes en bici: no solo por sus paisajes, sino por la gran cantidad de pasos cordilleranos que se abren desde allí hacia Chile. Algunos, como Hua Hum, Carirriñe o Tromen, permiten cruzar los Andes por rutas escénicas, tranquilas y llenas de historia. Cada paso tiene su carácter: algunos son más técnicos, otros más accesibles, pero todos ofrecen la posibilidad de unir dos mundos —el argentino y el chileno— en un mismo viaje.
Este entramado de pasos internacionales permite diseñar travesías circulares o combinadas, sin repetir caminos, conectando lagos, termas, bosques y pequeños pueblos de montaña. Además, el otoño es ideal para quienes buscan una experiencia más introspectiva, lejos de las multitudes, en contacto puro con la naturaleza.
En resumen, viajar en bici en otoño desde San Martín de los Andes no es solo una aventura: es una invitación a redescubrir la cordillera a ritmo propio, entre hojas que crujen bajo las ruedas y horizontes que se pintan de fuego.
