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En los últimos años, las bicicletas gravel se han convertido en una de las opciones favoritas para quienes buscan explorar nuevos caminos en sus viajes en bicicleta.
¿Pero qué tienen de especial estas bicis y por qué cada vez más ciclistas las eligen?
A medio camino entre una bicicleta de ruta y una de montaña, las gravel combinan lo mejor de ambos mundos: son livianas, eficientes y rápidas en el asfalto, pero también robustas, cómodas y capaces de afrontar caminos de ripio, senderos y terrenos irregulares sin problemas. Esto las vuelve ideales para viajes largos donde la variedad de superficies es la norma y no la excepción.
Su geometría relajada y el mayor paso de rueda permiten montar cubiertas anchas, lo que mejora la estabilidad y la tracción. Además, suelen venir con múltiples puntos de anclaje para alforjas, caramañolas y bolsas de bikepacking, lo que las hace muy versátiles para cargar todo lo necesario sin comprometer el rendimiento.
En la Patagonia, por ejemplo, donde la transición entre tramos de asfalto, ripio y huellas rurales es constante, una bicicleta gravel puede marcar la diferencia entre una travesía forzada y una experiencia fluida y disfrutable.
En definitiva, si estás pensando en un viaje que combine aventura, autonomía y variedad de terrenos, la bicicleta gravel es una compañera más que confiable.
No importa si vas por caminos conocidos o te animás a explorar nuevas rutas: su espíritu está hecho para eso.  

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